La Nación, 5 de Abril de 2017

Las familias empresarias que gestan sus negocios fuera de la ciudad de Buenos Aires conviven con una exposición social adicional en sus comunidades, pero esto no impide que sus negocios crezcan y traspasen fronteras nacionales.

Un chofer de camión que unía el trayecto Casilda-Rosario. Un inmigrante que se volcó a la construcción y a la plantación de limones. Un distribuidor que se animó a producir. Muchos de los orígenes de grandes empresas esconden realidades mucho más pequeñas. Andreani, Lucci e Iraola son tres familias que desde el interior del país transformaron sus modestos inicios en grandes organizaciones que se erigen como referentes en sus comunidades de origen. Hoy, detrás de esas historias, hay compañías de alcance regional y proyección internacional que se construyeron a partir de una combinación de innovación y perseverancia.

“Todo cuesta mucho más en el interior, sobre todo en los inicios”, afirma Verónica Andreani, directora de la unidad de negocios logísticos, de la compañía que lleva su apellido. “Papá eligió armar un grupo a partir de la familia y un circulo de pertenencia con aquellos que confiaron en el proyecto inicial. A su vez, una de las ventajas de haber comenzado la compañía en el interior es que conocíamos las problemáticas propias de su gente y diagramamos todos los recorridos sobre la base de eso, incluso teniendo en cuenta hasta los horarios de siesta”, ejemplifica la empresaria, al frente de una organización con cuatro unidades de negocios, presencia en Brasil, 5500 colaboradores e ingresos proyectados de $ 6900 millones para este año.

Para los hermanos Daniel y Pablo Lucci, del grupo agroindustrial con base en Tucumán, la presencia de grupos empresarios es fundamental en su provincia, ya que es la más densamente poblada del NOA y la que tiene un sesgo más industrial que el resto. “Nuestro padre, Vicente Lucci, comenzó como constructor, pero rápidamente invirtió en plantaciones de limones. Hoy, somos el mayor jugador mundial en la producción y comercialización de limón industrializado”, afirman a coro los hermanos, que tienen alrededor de 1000 empleados directos, además de 3000 a 4000 cosecheros en temporada.
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Bases firmes

La mutación de un pequeño emprendimiento en un gigante no está exenta de dificultades. Para el consultor Leonardo Glikin, la familia empresaria del interior está socialmente más expuesta; es más necesario que en las grandes ciudades cuidar los vínculos con la comunidad. “Los recursos humanos se han presentado como una limitante en distintas etapas de crecimiento de la empresa, por ejemplo en categorías como impuestos o auditoría, tenemos que formar a la gente de cero”, cuenta Iraola, y sigue: “Sin embargo, nunca pensamos en irnos de Venado Tuerto porque crecimos paulatinamente. Hubo un tiempo en el que el comentario de la ciudad era que Corven se radicaba en Brasil, y nosotros ni siquiera lo evaluamos. Por el contrario, en 2011, compramos Sadar -una de las cuatro marcas de amortiguadores históricas en el país- y acabamos de trasladar toda la planta del partido de San Martín (Bs. As.) a Venado Tuerto”.

Muy cerca de allí, en Casilda, opera el taller central de Andreani donde se reparan todas las unidades del grupo logístico. Muchos transportistas son oriundos de allí, y dotan a la localidad de alrededor de 130 puestos de trabajo sobre 35.000 habitantes. “En los inicios una desventaja que tenían los lectores de revistas del interior significó un salto de innovación para la empresa. Muchas publicaciones llegaban con hasta una semana de diferencia y Andreani notó que volvía desde Buenos Aires con sus camiones prácticamente vacíos, por lo cual encontró en las editoriales un aliado. Eso redujo la espera que hacían los lectores de localidades pequeñas, como Casilda. Siempre papá suele decir que en esa etapa le ganamos al avión”, resalta una de sus hijas la hazaña de la compañía logística.

El salto que significó conectar Casilda con Buenos Aires fue mayor cuando la familia decidió instalar su centro de operaciones en la Capital hasta constituirse en un actor de alcance internacional. “Cuando desembarcamos en Buenos Aires, contratamos unos colectivos para trasladar a los empleados santafecinos interesados en seguir trabajando. Los llevábamos el lunes y el viernes los devolvíamos a Casilda”, recuerda Andreani.

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Rol social
“Las actividades de responsabilidad social empresaria (RSE) son muchas veces muy anteriores a la decisión de estructurarlas de manera sistemática. Ocurre que todos los días el empresario y su familia se encuentran con oportunidades de hacer aportes a la comunidad, a través de las necesidades que expone el propio personal, o que le llegan a través de pedidos. Por lo tanto, durante mucho tiempo, la familia empresaria cumple una práctica de RSE que no está sistematizada”, analiza Glikin, y agrega: “Poner el tema de RSE sobre la mesa familiar es una oportunidad para practicar el diálogo entre los miembros de la familia y hacer el ejercicio de tomar decisiones consensuadas”. “Hace cinco años, empezamos a trabajar de una forma modesta siempre creciendo en los programas de RSE y definimos que la educación es nuestra premisa. Esto alcanza los distintos niveles y dentro de este aspecto, el 100% de los programas están orientados a Venado Tuerto”, confiesa Iraola. “También tenemos un programa de pasantías a través de una alianza con la Universidad Tecnológica Nacional (UTN) y hemos hecho aportes de maquinaria para la institución”, agrega.

Para Andreani, los lazos con el pueblo exceden el negocio. “Más allá de los aportes que hace la Fundación Andreani, en Casilda, mi padre tiene contacto con la región italiana de Le Marche, entonces traza un puente entre grandes empresarios de Italia con microemprendedores locales a través de la Asociación Marchigiana, algo que le encanta”, asegura.

Por su parte, la Fundación Vicente Lucci trabaja con un equipo de cuatro personas permanentes y un grupo de voluntariado que fluctúa entre 300 y 400 personas cada año. “La fundación es la que recibe las donaciones de las empresas del grupo y es la que lleva el trabajo educativo sobre 45 escuelas rurales, cerca de nuestros centros productivos; tenemos alrededor de 10.000 contactos por año con chicos de escuelas primarias y secundarias y buscamos generar una ciudadanía responsable para que tengan vida autárquica”, afirma la representante de la tercera generación de la familia Lucci.