El Cronista, 5 de Enero de 2017

Familiares, amigos o, simplemente, partners en una empresa. Cómo fijar reglas claras para que la buena relación perdure en el tiempo. Los casos.

Muchas compañías están constituidas por dos o más socios. A veces, los une solo la relación laboral y, otras, un vínculo más profundo. Incluso, los emprendimientos llevados a adelante por personas que, en un principio, no los vinculaba nada más que el negocio, terminan decantando en una gran amistad.
Leonardo Glikin, director de CasaCaps, centro que se especializa en la formación y capacitación de empresarios pymes y sus familias, sostiene que la sociedades son muy distintas si existe o no vínculo sanguíneo, ya que, muchas veces, la buena relación o el amor es lo que lleva a los individuos a asociarse, porque existe “una base de confianza”. “Lo importante de ese punto es fijar reglas para que esa buena relación se pueda mantener en el futuro. Es muy importante que reflexionar qué es lo que se va a priorizar: el vínculo personal o el societario”, dice el especialista.
Otro es el caso cuando los miembros de la sociedad no son familiares ni amigos. “Es clave tratar de conocer al otro lo mejor posible, tener toda la información que se pueda sobre los antecedentes comerciales y personales y tener en claro cuáles son los roles que cada cual va a desempeñar”, explica Glikin. Asimismo, afirma que en este tipo de empresas es esencial preguntarse si “realmente se necesita de un socio”. “Una sociedad no familiar requiere pasar una prueba ácida: el preguntarse ‘qué sería de mí si no tuviera un socio'”, dice. Sea cual fuere el caso, la recomendación de Glikin es poner todo por escrito. “Cuando nos asociamos tenemos una mirada optimista y nos cuesta pensar en las dificultades que podrían plantearse. Por eso, a veces se posterga el análisis para establecer reglas”, afirma.

Té para dos
“Nos complementamos”, asegura Guillermo Casarotti quien, con la tea blender Inés Berton, creó IntiZen, empresa de té gourmet, y Chamana, línea de infusiones de hierbas. “Ella es la creatividad para arriba y yo soy la creatividad para abajo, la bajada a tierra -define Casarotti-. Tomo la idea de Inés y la voy bajando en función de cómo el consumidor lo va a ver en la góndola”.
Algo que rescatan es lo marcado que está qué tarea desempeña cada uno: Berton tiene Tealosophy, su emprendimiento de té en hebras, en el cual suele recibir asesoramiento de Casarotti; a su vez, ambos tienen partes iguales en Chamana; y en IntiZen la tarea de la experta es el diseño y provisión de las infusiones. “Me enfoco en la calidad del té y que no haya contaminación de olores. Guille se ocupa del envasado, la distribución y la comercialización”, puntualiza Berton.
Los socios aseguran tener sus discusiones, pero el tener pautado qué hace cada uno afinca el camino a una resolución. Berton tiene la última palabra respecto a los ingredientes de cada blend, pero que en lo referente a la imagen del producto es su socio quien toma la decisión final. Los dos traen a colación el cambio de diseño del packaging de Chamana. “Inti Zen vendía 10 cajas y Chamana una. El impulso de compra de las hierbas no es igual que en los tés, sino que la gente necesita un beneficio asociado: que sea un digestivo, un relajante. El diseño era muy bonito, pero había que leer mucho para encontrarle el beneficio”, recuerda Casarotti. “Le discutía que a mí me encantaban esas cajas y él me dijo “mirá, van a decir energy, detox, relax”. Y tenía razón, las ventas un 80%”, reconoce Berton. Los socios producen unos 70.000 estuches de té e infusiones de hierbas. En 2016, facturaron cerca de $ 20 millones entre las dos empresas.
Berton, que no conocía previamente a su socio, dice que “fue muy gracioso” el primer encuentro. Ella “no quería saber nada” con hacer una línea de té en saquitos, pero la primera impresión que tuvo de Casarotti la hizo cambiar de opinión.
“Lo vi vestido de blanco con una paz total. Parecía que llegaba de meditar -recuerda-. Nos pusimos a hablar y la intuición me dijo que iba por ahí”. “Desde el inicio empezamos a hablar un idioma diferente y cada día es mejor”, dice Casarotti. La especialista en té recomienda buscar un socio que funcione como complemento. “Es un tema de dejar el ego de lado y confiar en el otro”.

Amores caninos
“Simones fue nuestro primer hijo”, afirma Diego Siekiera, uno de los dueños de la marca de bolsos, carteras y billeteras con diseños perrunos. Laura Litchmaier, la otra socia, es su mujer. Antes de crear la firma, la pareja ya estaba consolidada. El matrimonio asegura que tiene, casi siempre, muy definido de qué se ocupa cada uno. “Yo estoy más en producción y Laura en la estrategia comercial”, dice Siekiera. “Tratamos de tener divididas las cosas, pero es indefectible que nos crucemos porque, también, siento que nos aportamos. Yo puedo tomar una decisión en algo, pero de repente Diego tiene una propuesta distinta que tal vez es la correcta o al revés”, añade Litchmaier. Y agrega: “Es verdad que mientras más divido funciona mejor, pero, en nuestro caso, en muchas cosas somos tan distintos que ese complemento es importante”.
Para Litchmaier, el hecho de ser esposos es “positivo” para la empresa: “Todas las sociedades son difíciles porque es mucho lo que lo que se pone en juego. Al ser marido y mujer, los dos tiramos para el mismo lado y podemos entender los tiempos de cada uno”.
Sin embargo, esto vuelve complicado el poder dejar los negocios fuera del hogar. “Es difícil cortar. De repente, el trabajo está instalado en la casa”, indica Litchmaier. “Tenemos una estructura muy grande, eso hace que no pares nunca”, justifica su marido. Simones es una SRL y cada socio posee el 50%. Tiene ocho locales, tres franquicias y 70 empleados. En 2015, la firma facturó $ 30 millones y para el año que cerró espera un crecimiento de 20%.

Triple alfajor
Fantoche es una firma familiar, liderada por tres primos, segunda generación del clan. “Somos varios socios, pero somos nosotros quines estamos en la parte ejecutiva del día a día”, detalla Norberto Dieguez, presidente de la firma y asegura que su cargo es “simbólico”. “Lo vamos turnando cada tres años. El voto mío y de mis primos tienen el mismo valor”, explica. Cada primo representa a una de las familias que forman la sociedad y cada grupo familiar tiene el 33%. En la empresa cada socio presente en la rutina diaria tiene un área asignada.
“Hay conflictos y por ser familiares es peor. Después salimos y charlamos de fútbol”, agrega Daniel Dieguez, otro de los socios, al ser consultado por cómo es la relación entre los primos. Al momento de plantear una idea ante el pleno del directorio societario, los primos buscan llegar con una decisión consensuada previamente. “El manejo lo hacemos nosotros pero les informamos si hay que hacer una inversión importante”, explica el presidente de empresa.